«NINGÚN ESCRITOR VERDADERO SE DEDICA A LA CRÍTICA»

Juan Carlos Chirinos



Es lo que dice Antonio Gala en la portada de la revista Qué leer de este mes, y muchos estarán de acuerdo, porque todos sabemos a qué se está refiriendo (¿o no?), a la crítica que se hace en los periódicos (y él señala específicamente a la crítica que no se le hace a él en ciertos periódicos, El País, por ejemplo), y de eso se queja. Pero, ¿debe el escritor prescindir de la crítica? No me refiero a la que le hacen (que también), sino a la que él puede llegar a hacer. La pregunta, en realidad es otra: ¿puede el escritor abstraerse de criticar? ¿En verdad puede? ¿No es el primer y principal censor de cuanto libro cae en sus manos, mucho más, incluso, que los simples lectores? Los escritores todos son unos savonarolas a la hora de mandar a la hoguera los libros que no son suyos, por infinidad de razones, la primera de las cuales es que no se parecen a lo que él mismo escribe. Porque el escritor es egoísta y, como los filósofos, sabe que sólo su sistema del mundo es el que explica de verdad la naturaleza humana y su entorno. ¿Para qué, si no, escribe sus pensamientos? Para difundir su palabra sanadora por el mundo, para que sepan que él y sólo él es el que conoce los secretos de los confines del mundo y de la mente. Un lector, cuando lee, sólo se lee a sí mismo, apuntaba Proust, y si esto no es una manera de hacer crítica que me digan qué es entonces. Quizá la premisa de la que parte Gala, el «escritor verdadero», en el fondo es falaz, porque nadie es un escritor verdadero mondo y lirondo, sino que es muchas otras cosas, desde amante impenitente a usuario, una de las peores de las condiciones humanas, sólo superada por la deplorable condición de feligrés. El escritor debe ejercer la crítica cada hora canónica de su día, como una tarea lenta y constante, porque es la única manera de comprender lo que escribe y la mejor herramienta para empezar a mutilar sus propios textos, plagados sin duda de ripios y tonterías. Otra cosa es que encima publique lo que piensa de lo que lee. Pero de algo también ha de vivir el artista, ¿no lo creen?