UNABOMBER, F.B.I., HOLLYWOOD, LOS BUENOS Y LOS MALOS

Nicolás Melini



Un pequeño ejemplo de cómo realidad y ficción a menudo se presentan ante nosotros bajo la misma apariencia, fue la noticia de la captura del terrorista Unabomber. El F.B.I. había estado diecisiete años tras su pista. El tipo de las bombas los tenía desconcertados. No sabían cuál podía ser su perfil psicológico, aunque tenían su retrato robot (sudadera con capucha, gafas, bigote…), y respondía a varios nombres falsos (Walter Teszeeski, Ted Combek, Ted John Kaczyns, etc.), que a la postre resultarían estar configurados mediante combinaciones de las letras de su verdadero nombre: Theodore Kaczynski. Theo había estudiado en Harvard, aunque cuando lo cogieron ya no tenía pinta de haber sido un chico listo nunca en su vida. Vivía en una cabaña sin luz ni agua, era amable con sus conciudadanos y leía libros en la biblioteca. Dieciséis atentados —con objetivos tecnológicos— repartidos por todo el país. Con su captura el F.B.I. parecía poner a un nuevo malo a disposición de los guionistas de Hollywood, pero en realidad Kaczynski sería un villano pésimo. Era un ermitaño, y casi podría decirse que a través de su comportamiento "terrorista" manifestaba su más profundo talante "ecologista". Su ideología antitecnológica podría incluso resultarnos simpática: ¿era un idealista?, ¿un anarquista? Un empresario se puso inmediatamente a comercializar sudaderas con su retrato robot —idealizado, nada que ver con el verdadero Theo— impreso a lo Malcom X/Che Guevara, y las vendió como rosquillas. En el retrato robot, Theo parecía El Zorro con capucha; un benefactor anónimo, con esas gafotas de piloto de aviación Top Gun que le ocultaban los ojos. Su retrato robot y el del capturado Theo eran tan disímiles (¡pobre Una, terrorista anacoreta!) que al compararlas no pude menos que desconfiar. Me dije: el caso es que alrededor de Unabomber se ha construido una suerte de leyenda, y ahora el F.B.I. quiere que nos traguemos que este fracaso humano es el verdadero, el mismísimo, el escurridizo Unabomber. Pero por mucho que se empeñen ese tipo no es el mismo del retrato, y no olvidemos que los hombres son y existen a imagen y semejanza de su retrato robot, nunca al revés, ¿adónde iríamos a parar sin las leyes del más estricto platonismo robótico? Aunque a mí no me extrañaría que del retrato robot de un tipo antitecnológico hubiese salido un churro. No podría ser de otro modo. Está contra las máquinas y le hacen un retrato robot, qué mala leche tienen a veces los tipos del F.B.I. Sería para provocarlo. Aunque bien mirado, a partir de lo que ese robot tenía de retrato se alzaron su ideal y su leyenda. A lo mejor, pensé, los tipos del F.B.I, tan trapicheros como siempre, han querido defraudar al gentío, dar a la opinión pública un trozo de carne con ojos sin vida ni atisbo de seducción, para que a nadie —sintiéndose identificado— se le ocurra secundarle. Al verdadero lo liquidaron en secreto y buscaron un cabeza de turco, que es su estilo. Seguramente el verdadero Unabomber, cuyo cuerpo yace en lo más profundo de una ciénaga, el auténtico benefactor anónimo de nuestra humanidad y del pueblo norteamericano —que es lo mismo—, era efectivamente como su retrato robot, un hombre con serias convicciones e ideales. No habría más que levantarle la capucha.

Del libro De cine (cine español, norteamericano, francés…) Baile del sol, 2006.